y un lugar: Hassan bin Sabbah y El Alamut
Si hemos leído la Eneida o la Odisea, seguro que recordamos el pasaje
donde los protagonistas se hacen
con un territorio utilizando una treta. Aquel terreno que se pueda llegar a cubrir con la
piel de un buey les pertenecerá. Debe darse el caso que ninguno de los propietarios
originales se le ocurrió que la piel podía cortarse en finas tiras y abarcar mucho
más terreno del que se podían
imaginar.
Pues con esta misma treta, el protagonista de esta
historia, Hassan bin Sabbah, se hizo con lo que conocemos
como El Alamut, una
fortaleza montañosa en la que construiría un auténtico imperio de soldados-asesinos.
Hassan nació en 1034, en el seno de una
familia bien situada económicamente,
por lo que pudo dedicarse concienzudamente a sus
estudios. Residió por un
tiempo en Egipto, donde asimiló la doctrina shií y, a pesar de haber estudiado teología, se dio
cuenta de que lo que contaba de
verdad son las
acciones, y no las plegarias. Esto no quiere
decir que dejara de lado la religión.
Debido a una revuelta a causa de la sucesión del califa, Hassan fue encarcelado, aunque pudo escapar y regresar a Persia, su
país natal. Durante este viaje fue pensando en lo que sería su gran proyecto: formar la secta de los hashashin.
Con este objetivo en
mente, se hizo con el territorio de Alamut de la forma en que hemos hablado antes. Allí construyó fortificaciones y bellos
jardines de los que hoy, por desgracia, no queda ni rastro, debido a la destrucción que sufrieron tras las invasiones mongolas. El objetivo de este
proyecto era crear un entorno tranquilo, en el que le fuera posible entrenar a las tropas necesarias
para sus distintas misiones. Y decimos tropas, porque también participaron en guerras, aunque su fama se
debe más a los asesinatos que cometieron.
¿Y por qué los jardines? En ellos se llevaba a
cabo un extraño rito iniciático en el que se hacía
creer al nuevo adepto que estaba en el paraíso. Rodeado de
fuentes de
agua y
vino,
animales exóticos y bellas huríes, el
joven despertaba después de haber sido envenenado con una poción hecha a
base de hachís (de ahí el nombre). Acto seguido, las damas empezaban un
masaje que acababa en una orgía que incluía sofisticadas
técnicas sexuales.
Restos de un castillo en Alamut
Así, Hassan se ganaba la lealtad absoluta de sus siervos, que llegaban al punto de
dar su
vida sin ningún miramiento si éste se lo ordenaba.
En la jerarquía, después del propio Sabbah, encontramos a sacerdotes encargados de
hacer de guías espirituales. Luego, los dai, que debían predicar la doctrina de Hassan y reclutar
nuevos adeptos a la causa. Por último los fidai, los “autosacrificados,” eran los encargados de perpetrar los asesinatos. Podriamos decir que en este caso la jerarquía es bastante relativa, pues si bien estos eran el último escalafón, bajo ningún
concepto eran los menos importantes.
El
día a día en Alamut no era sólo
entrenamiento físico. Hassan no sólo prestaba rigurosa atención al ámbito exotérico del Corán, sino también al esotérico, lo que lo conducía, como consecuencia, hacia ramas ocultistas y cabalísticas. El entrenamiento de un fidai incluía técnicas de meditación para alcanzar otros
estados de conciencia, como se hace por ejemplo con los ninja japoneses, además del aprendizaje de
varios idiomas, y otras técnicas con las que pasar desapercibido. Así mismo, también se les enseñaba
sobre el
cuerpo humano y las diversas técnicas para matar con veneno o dagas, a fin de
conseguir unos asesinos perfectos.
Sobre el
consumo de hachís, pese a la opinión general, es difícil que un soldado fumara antes de llevar a cabo una misión, ya que esto le causaría grandes dificultades. Quizá sí lo hiciera
días antes, a modo de
fiesta de despedida, en caso de ser una misión suicida.
A
todo esto, deberíamos destacar que, pese a que el asesinato político era algo normal por aquel entonces, si se podía evitar que la sangre corriera, ya fuera mediante sobornos o extorsión, se intentaba. El asesinato era la última opción.
Los Hashashin entran en acción
Cuando los rumores sobre el plan de Hassan traspasaron las fronteras, Nizam al Mulk, antiguo compañero de
clase de Hassan, y en aquel
momento gobernante de Persia, decidió empezar los preparativos para que el ejército del sultán rodeara la fortaleza. Sin embargo, tras comunicarle sus
planes al sultán, fue abordado por un sufí que resultó ser Bu Tahir, un fidai, que después de una breve charla asesinó a Nizam clavándole una daga en el
corazón. De esta forma los planes de Hassan podían seguir adelante.
No obstante, no mucho tiempo después, la secta ya había crecido enormemente debido a la ardua labor de los dai, y otra vez el sha de Persia se sintió angustiado debido a su
poder; así que volvió a preparar sus tropas para sitiar Alamut. Pero al aproximarse, el monarca
muere envenenado.
Esto convirtió a Persia en un
mar de facciones que guerreaban
entre sí, y Hassan se fue dedicando a “limpiar” del paisaje político y militar aquellos elementos que no eran apropiados para sus objetivos.
Cuando llegó la época de las cruzadas, los hashashin no tuvieron problema alguno en luchar para cualquiera de los
dos bandos. Su
dominio llegó hasta Siria, donde surgió una rama peculiarmente activa de la orden. Tanto que incluso llegó a
decirse que Ricardo Corazón de León requirió de sus
servicios para matar a Conrado de Monferrato.
La
muerte de su líder, Sabbah, en 1124 no hace que la secta pierda influencia. Dado que había ejecutado a sus dos hijos, decide nombrar a dos generales que se encarguen,
uno de la
política y los asuntos militares, y otro de los aspectos más místicos.
Sin embargo sí que hubo un breve
período de desconcierto, lo que permitió a la dinastía Selyúcida
tomar el control del poder y hacerse con grandes zonas de país. Esto provocó otra gran ola de asesinatos, por lo que el descendiente del antiguo sultán también intentó acabar con la orden. Pero a la mañana siguiente de preparar a sus tropas, despertó con una daga en la almohada, por lo que decidió pactar antes que plantar batalla.
Los Hashashins sobrevivieron hasta 1256, momento en que los ejércitos mongoles sitian Alamut y lo conquistan. Halaku Kan, hijo de Gengis Kan, era admirador de la figura de Hassan, por lo que pidió a su consejero que realizara un
estudio sobre éste a partir del archivo de Alamut, así que
casi toda la
información que tenemos hoy sobre esta
sociedad secreta se basa en ese
trabajo.
Un
videojuego que alcanzó fama recientemente, Assassins Creed, nos sitúa en la era de las cruzadas y nos pone en la piel de un auténtico fidai